Pablo, el que hacía caca en un establo, le dijo a
Inés, la de la caca al revés, que si quería jugar con él y con Rubén, que hacía
caca en un tren. Inés estaba con Sofía, la que hacía caca todo el día, y le
contestó que no. Pablo, el de la caca para el diablo, se enojó. Justo pasaba
por ahí la maestra Teresa, que hacía caca con frambuesa, y le dijo:
—Pablo, el que hace caca cuando le hablo, no le
digas así a Inés, la de la caca de pez. Mejor andáte a jugar con Luis, el de la
caca y el pis, o con Gustavo, el de la caca por centavo.
Pablo le contestó:
—Señorita Teresa, que hace caca con destreza, lo
que pasa es que ellas, que hacen la caca tan bella, nunca quieren jugar con
nosotros, que hacemos caca con otros.
La maestra Teresa, que hacía caca en una mesa, lo
miró con mucho cariño a Pablo, el que hacía caca en un vocablo, y le dijo:
—¡Ay tesoro, el de la caca de loro! ¿no será que
estás enamorado de ellas, que hacen caca con estrellas?
Justo llegaba Tomás, el de la caca das, y cuando
oyó eso le dijo a la señorita, que hacía caca tan finita:
—Es verdad maestra, la que la caca le cuesta, él
está muy enamorado de Sofía, la que hace caca en las vías.
Pablo se puso colorado de enojo y les contestó:
—¡No es cierto! Y vos, Tomás tomalosa, que hacés la
caca en Formosa, vos gustás de Inés, que hace una caca por vez.
—¡Mentiroso! mirá, Pablo pableta, que hace la caca
en bicicleta, mejor te callás.
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