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domingo, 29 de junio de 2014

29 de Junio

La Palabrera de hoy es Silvia Schujer

“Preciosaurio”
(fragmento)

"Gracias por cuidarlo", decía la carta colgada de la canasta. Porque lo que dejaron en la puerta de mi casa—alguien que quizás tocó el timbre y salió corriendo— fue una canasta con un huevo rojo del tamaño de una sandía.
Creí que era una broma. Pero al escuchar que el cascarón empezaba a quebrarse como cuando va a nacer un pollito, cargué el bulto hasta mi pieza.
Y bien. "Gracias por cuidarlo", decía la nota.
De nada, pensé.
Pero... ¿Cuidar qué?
De pronto, entre craques y cracs por todos los costados, el huevo se abrió. Sin darme tiempo a respirar. O pestañear, o toser, o salir corriendo.
Asomó una cabeza verde con nariz de chanchito y me miró. Sus ojos brillaban como dos estrellas transparentes.
—Soy Silvia— me presenté, con la voz entrecortada.
Y el ser asomado del huevo, abriendo la bocota grande como todo el ancho de su cara, me sonrió.
Cuando vi que hacía fuerza para salir, me acerqué y lo ayudé a romper el cascarón.
Su cuerpo era verde. Ni claro ni oscuro. Y tenía escamas del mismo color.
El cuello, largo como la cola, lucía un collar de pelusa amarilla.
Y aunque no me animaba a tocarlo, debo confesar que me resultó simpático desde el principio.
Era una mezcla de dinosaurio, perro salchicha y elefante. Cosa extraña, era precioso.
Lo miré un rato y fui a consultar la enciclopedia: no era un hipopótamo ni un lagarto. No era un elefante marino, ni un yacaré, ni un dragón. No encontré su nombre por ninguna parte.
Así es que como era precioso y se parecía un poco a los animales prehistóricos, lo llamé Preciosaurio.

Claro que haberle puesto nombre no alcanzaba para conocer sus costumbres.

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