Mis tías * 
Por Coca Corti
Después de mucho discutir y
recibir retos, mis tías me salvaron... esas tías que todos tenemos, que son tan
buenas y nos permiten muchas cosas que los papás no.
Todos los días, a la hora de la
siesta, me iba a la casa de mis tías: eran tres y vivían en la esquina de mi
casa.
Una más buena que otra. Yo, por supuesto abusaba de su bondad y tomaba su casa como si fuera mía.
Una más buena que otra. Yo, por supuesto abusaba de su bondad y tomaba su casa como si fuera mía.
Abría los roperos y sacaba lo que
tanto me gustaba: LAS PULSERAS, LOS COLLARES, LOS AROS!!!
Mis tías tenían un ropero enorme, de tres cuerpos con espejo.
Abrirlo para mí era una fiesta.
Después de un rato de jugar con todo lo que encontraba, abría la otra puerta y sacaba los zapatos que estaban en cajas. Me los ponía y empezaba a zapatear, qué felicidad la mía!
Mis tías tenían un ropero enorme, de tres cuerpos con espejo.
Abrirlo para mí era una fiesta.
Después de un rato de jugar con todo lo que encontraba, abría la otra puerta y sacaba los zapatos que estaban en cajas. Me los ponía y empezaba a zapatear, qué felicidad la mía!
Por último la otra puerta, de esa última, sacaba algún
vestido que me gustaba, también me ponía perfume: mucha cantidad y por último
elegía un sombrero.
Me miraba un rato en el espejo
haciendo movimientos y piruetas y por último daba por terminada mi diversión,
me sacaba todo, NO ORDENABA NADA y corría al comedor a decirle a mis tías que
quería jugar a la peluquería con ellas, por lo tanto debían disponerse a
soportar que les pasara el cepillo y el peine, muchas veces soportaban algunos tirones...
Así pasaba el tiempo y yo era
feliz! Esas tías nunca se quejaron, nunca me dijeron nada, sólo estaban para
mí.
Por supuesto que esas
maravillosas y felices siestas terminaron cuando empecé mi primer grado.
Entonces a la
hora de la siesta: ¡NO MAS TÍAS, SINO, A HACER LAS TAREAS PARA EL DÍA
SIGUIENTE!
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