Me
levanto de la cama en mitad de la noche para ir al baño. La habitación en la
que estoy es grande y, salvo por el perro blanco sobre el suelo, oscura. El
distribuidor, ancho y largo, parece inmerso en algún tipo de crepúsculo
submarino. Cuando alcanzo la puerta del baño veo que está inundado por un
resplandor. La luna llena brilla, suspendida, en lo alto. Alumbra a través de
la ventana e ilumina directamente el asiento del retrete, como si estuviera
enviada por un dios servicial. De vuelta en la cama me echo un rato sin
dormirme. La habitación se ve más iluminada de lo que estaba. Pienso que la
luna ha debido dar la vuelta al edificio. Pero no, es el inicio del amanecer.
La editorial Eterna Cadencia publicó "Ni puedo ni quiero" de Lydia Davis
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